Retazos históricos de Puerto Cabezas
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Don Milio Manuel Gómez se enorgullece de haber heredado el apodo de "Pan de hule". Este pan se amasaba y horneaba en la "Panadería Manolo", cuyo dueño era su padre, un cubano que emigró de su país a Nicaragua en 1930. Aquí se asoció con José Emilio Neira, un ciudadano de origen español. Al darse el auge del oro en Siuna y Bonanza, Neira decidió irse en busca de fortuna y le vendió su parte del negocio de pan al cubano.
Su papá, recuerda Emilio Gómez, hizo
pareja con una señora que había enviudado
de un comerciante chino de apellido
Nua, que desapareció en una de las
trochas que llevaban a la ruta de Las
minas. De la unión nacieron tres
hijos.
La "Panadería Manolo" fue la primera
en Puerto Cabezas en implementar
el sistema mecanizado y un horno que
calentaban con desperdicios de madera
proveniente
de los aserraderos de la Bragmans Bluff y de la NIPCO.
Producían en cantidades industriales los moldes de pan Pullman, el de hojuela, el pan de coco, la empanada y la pupusa rellena de queso y azúcar; el pan especial, el de a córdoba, la galleta simple redonda, y la galleta dulce y cuadrada, que tenían gran demanda.
La gente llegaba a comprar directamente a la "Panadería Manolo", que
contaba con servicio de distribución a domicilio para comiderías y el
comercio,
que era
esencialmente chino. El encargado de la distribución se llamaba
Sebastián Reyes, venido del Pacífico.
Inicialmente el pan lo cargaban en sacos
de bramante o yute, más adelante en
un baúl forrado con lona, que se cargaba
en una carreta, después en un carretón tirado por un caballo, hasta que
un próspero don Manolo adquirió una camioneta de tina marca Ford de
modelo antiguo y que servía para distintos propósitos.
La nueva esposa de Manolo Gómez, Isabel Sandino, continuó
panificando unos años más hasta que
apareció la segunda panadería, fundada por William Randolph Green, a la
que con el crecimiento de la ciudad siguieron otras más. Don
Manuel Gómez Coma, el pionero de la panadería en Puerto Cabezas se
marchó a Estados Unidos dejando el recuerdo del "pan de hule".
El precursor de la ebanistería
En la gran mayoría de los hogares de Puerto Cabezas, en el comedor y la
sala, las familias tenían como únicos muebles para sentarse los
banquillos llamados "patas de gallina" en modelos de tres y cuatro
patas. La gente más humilde las
hacían ellas mismas con los ripios de madera que recogían en los
depósitos de desechos del aserradero y cepilladora de la NIPCO.
Para esos días habían llegado desde Granada don Carlos Gómez y su
sobrino Enrique Gómez. Al inicio trabajaron juntos, luego lo hicieron de
manera independiente uno del otro, y en el proceso establecieron los
primeros talleres de ebanistería. Fabricaron muebles de sala, comedores,
roperos de dos y tres cuerpos, mesas de noche, chifonnieres, tocadores
con espejos rectangulares o de media luna, de medio y cuerpo entero.
Don Enrique Gómez (q.e.p.d) también estableció el sistema que hizo accesible los muebles en los hogares populares. Consistía en la rifa de un juego de comedor o ropero todas las semanas, que se jugaba con todas las cifras del premio mayor de la Lotería Nacional. Los suscriptores, mediante el pago de diez córdobas, recibían una tarjeta enumerada. Luego pagaban cinco córdobas semanalmente que se registraban en las tarjetas de los abonados.
Si el número de una persona salía premiado con el sorteo de la lotería, se ganaba el juego de muebles o la pieza de su preferencia. Se lo entregaban inmediatamente pero tenía que seguir cotizando hasta completar el valor del mueble, que no pasaba de los quinientos córdobas. Los que no salían favorecidos continuaban abonando y al completar el valor de la pieza tenían derecho a escoger la que deseaban.
Aquellos muebles se fabricaban con herramientas manuales: cepillos, garlopas, garlopines, serruchos, trépanos, formones y diablitos. En vez de barnizados los muebles se maqueaban hasta que la superficie tuviera una apariencia esmaltada y brillante. El respaldo y asiento de los muebles se forraban con junco. Cuando don Enrique regreso a su pueblo, llegó el fin de la era de los muebles maqueados. A partir de entonces comenzó a proliferar la mueblería mecanizada, barnizada, pero ninguna ha podido igualar en calidad, estilos y creatividad a la de don Enrique Gómez.
La floristería de Miss Sussy
Distantes y desfigurados están aquellos tiempos cuando los ramos
florales se hacían totalmente con
flores naturales. Era común hasta los años sesenta ver pasar a la gente
o comprar ofrendas hechas con flores naturales para adornar
los altares de las iglesias durante las festividades sacras o bodas, y
para colocar
sobre el sepulcro de un ser querido en el campo santo, y hasta como un
símbolo de nupcias o noviazgo.
Los ramos se formaban con la más primorosa conjunción de colores y flores naturales y multicolores cultivadas en el hermoso jardín de Miss Sussy Christian, ubicado donde hoy es Clínica Bilwi. Casi en un peregrinaje la gente visitaba el hermoso jardín de Miss Sussy en busca de un ramo para obsequiar en una boda, o como adiós póstumo en un funeral.
Miss Sussy dedicaba a su jardín un tiempo e interés rayano en lo ritualístico. Los vecinos se extrañaban cuando no la veían rodeada de sus nietos recorriendo los surcos de su jardín — que crecía al frente de la vivienda y del patio trasero —, tijera en mano, podando o cortando malezas, o con el paniquín con el que regaba con agua a sus famosas plantas.
En el jardín de Miss Sussy florecían en maceteras o en rectos surcos abonados con estiércol de caballo, desde la Rosa China de pétalos que podían ser blancos azules y rosados, el Jazmín, el Clavel de intensa fragancia, los Alhelíes, hasta la Flor de Mayo y otras variadas especies. No era extraño ver retoños del jardín de Miss Sussy floreciendo en nuevos jardines regados por toda la ciudad.
El Chap Meat del chino Mateo
Cuando afloró el comercio chino en Puerto Cabezas uno a uno fueron estableciendo sus tiendas misceláneas Panchito, Chopin, William, Chow Land, Frank, Luis Chacón, Camilo y Yee Kee, Caín, Higinio, todos de apellido Chow. ¿Un clan o dinastía china en Nicaragua?
Al mismo tiempo, en una hilera que conformaba la calle comercial central de la ciudad, establecieron sus comiderías Joe Wong, Ramoncito, Mateo, Casim Chow, y Alfredo Woo. El menú era variado, sin llegar al bistec, el tallarín, el chop suey y el chow-ming, que surgieron después con los primeros restaurantes Luna Nueva, de Luis Chacón Chow, el de Francisco Tom, el Siete Mares, de Erick Chow, y Salón Sujo, de Jorge Sujo.
Eran las comiderías donde el plato de demanda era el Chap meat, que era
un arroz con carne aderezado con cebolla, chiltoma criolla y repollo. Se
freía con manteca de cerdo y pimienta. Lo servían en los mesones para
comer o empacado para llevar. Lo acompañaban de dos pancitos de harina y
soda. El servicio costaba un córdoba con setenta centavos de entonces.
Ahí comía gran parte de los trabajadores de las empresas madereras de campo, talleres y otros, que llegaban a comprar el delicioso Chap meat del chino Mateo y las galletas de Joe. Esas cocinas populares fueron absorbidas al aparecer las primeras cocinas públicas que antecedieron a los restaurantes.
La gruta, de Poza Azul desafía al tiempo
Por algo dicen que la roca de granito es tenaz y valiente como un centurión romano o un soldado griego extraído de la Ilíada, y desafía los tiempos. Para el creóle Júnior Kennedy un ejemplo viviente e inmóvil es la "Gruta de Poza Azul", erigida como santuario de la virgen María Auxiliadora a orillas de la carretera a Waspam, frente a la entrada de Poza Azul. Desde su nicho adosado en la cúspide de la mole de granito bendecía a los transportistas que salían o ingresaban a Puerto Cabezas de día o de noche.
La Gruta de la virgen María Auxiliadora fue construida por la familia
Tejada
Mejía,
rememora Júnior Kennedy. El, junto con Milio Gómez y Cristóbal
Álvarez y Marvin Foster, extrajeron
de los yacimientos de las lomas de piedra
negra de Santa Marta, las rocas
pequeñas o medianas para almacenarlas en el llano cercano a la
carretera. Emplearon mazos de hierro y espátulas y patas
de chancho o macanas para quebrar
las piedras grandes en pedazos manejables. Cada mañana salían a
las cinco y volvían con una carga de bolones a Poza Azul a las seis de
la tarde. Descargaban la piedra en el sitio donde se
levantaría el santuario de granito
de la virgen.
Al final se
transportó todo el material en un cabezal con trela. Don Tito
Tejada contrató los servicios del constructor Manuel Solís y su hijo
Víctor "Tortuga" Solís Rossman para
construir una gruta de granito que tenía la rara forma de una pirámide
originalmente costeña. En la cúspide se dejó un nicho que
contenía una caja de caoba maqueada forrada con seda y satín por dentro.
La caja tenía una puertecita de vidrio. En su interior la Virgen
permaneció día y noche,
vigilante y bendiciendo el camino de los caminantes.
La familia Tejada-Mejía era devota de María Auxiliadora. Por ello y a pesar que profanos y sacrílegos o herejes se robaron tres veces la imagen, al recuperarla la volvían a colocar en su pedestal. Cada 24 de marzo se celebraba una procesión multitudinaria y una liturgia frente a la gruta. La familia emigró a Granada y este sacro culto llegó a su fin, pero la gruta sigue en el mismo sitio retando al tiempo.
El envejecido y altivo palo de uva
Ha envejecido más de cincuenta años pero aún añoso, rugoso, de robusto tronco, réplica del que llevó al hombro días y noches el gran Caupolican, retorciéndose sin lamentos, las ramas del palo de uva siguen elevándose al cielo, en plena floración. Misteriosamente creció a un lado de la carretera, a la salida de la ciudad, en el patio de la familia Obando.
Es algo formidable que han contemplado y contemplarán anteriores y posteriores generaciones. Los que lo vieron chiquito, tejieron sus romances a su sombra, otros prestaron sus ramajes para guarecerse del sol o la lluvia, y hasta tejieron la leyenda de que en el tronco del Palo de Uva, como se le conocía a este punto de referencia o de citas, salía una mona. Decían que el animal se sentaba en el tronco para asustar a los trasnochadores. Ese mito le dio más renombre al lugar porque poca gente se atrevía a pasar por ahí sólo y por las noches.
Cuenta la familia Obando que tienen más de 40 años de vivir ahí y cuando llegaron el palo de uva ya estaba creciendo a la par de un palo de almendro, que fue desramado. Han querido tumbar el palo de uva pero ellos lo impiden por el derecho de preservación de tal monumento y por estar en su patio. Afirman que esta planta tiene derecho a seguir viviendo.
Ahora el palo de uva se sostiene sobre un tosco y robusto tronco, que está lleno de cicatrices porque la gente llega a cortarle un poco de su corteza para hacer remedios contra la diarrea. Recuesta sus pesadas ramas sobre el tronco almendro, que lo seguirá sosteniendo quién sabe cuántos años más, para seguirse cargando de flores y ristras, como todos los años, hasta convertirse en ricos racimos de uva silvestre, cuya especie en otras partes se está extinguiendo.
El Non-Fat de Cáritas para mitigar la pobreza
La distribución del programa Non Fat del Programa Alianza para el Progreso, que favorecía a familias de escasos recursos cuando la pobreza no tenía alternativa tras el cierre casi simultáneo de las empresas transnacionales NIPCO y Standard Fruit, pudo obedecer a varios objetivos: Mitigar la pobreza de mucha gente y evitar la obesidad.
Los encargados del programa de distribución, previo levantamiento de un censo poblacional que se actualizaba todos los meses, eran el señor Humberto Zamora y su esposa doña Rosa Wilson de Zamora, quienes tenían la bodega debajo de su casa frente al portón de ENEL. Era una propiedad de la Standard Fruit Company, que ahora está ruinosa. Ahí atendían a los barrios durante las tardes y noches.
Las raciones de Non-Fat consistían en harina de trigo puesta en saquitos de arroba (25 libras), cereal de soya, trigo y corn milli, mantequilla y aceite en envases de lata de un galón, arroz en arroba, frijoles bayos y negros del tamaño de una cápsula de Biterra. Por eso les decían "frijoles Biterra".La gente también decía que estos frijoles tenían un sabor vitaminado, pues se habían diseñado para combatir la anemia. Pero confidencialmente se comentaba que más bien se debía a productos químicos cuya finalidad era la de esterilizar a hombres y mujeres, para frenar la explosión demográfica entre los pobres de Nicaragua y América Latina, lo que preocupaba al gobierno de turno de Estados Unidos.
Todos los envases del Non-Fat, con excepción de calzado y vestuario, tenían la inconfundible etiqueta emblemática de "Alianza Para el Progreso" y dos manos que se entrelazaban, al pie de la cual se leía: Donated by the people of U.S.A., and not for sale. Paradójicamente hubo un escándalo al descubrirse que en Managua comercializaban el Non-Fat. El programa de Caritas fue cancelado para siempre.
Algunos personajes típicos
Cobán:
Apareció un día que nadie recuerda, dicen unos que era descendiente de familia real de La Mosquitia, otros que venían del lado de Laguna de Perlas, así como de Tuapi y Krukira, pero nadie se atrevió a corroborar ni aportar datos fehacientes. Cobán — ¿nombre o apodo? no era mudo pero no hablaba con nadie, excepto don Zacarías Rodríguez, quien por filantropía o compasión lo acogía, le hacía mandados, lo alimentaba y lo dejaba dormir en una especie de bodega situada detrás de su casa.
Los pies de Cobán nunca supieron lo que era un par de zapatos. Caminaba siempre descalzo, con el pantalón remangado, cojeaba un poco. Su rostro era cuadrado y torcido hacia un lado. Nadie recuerda cuándo ni dónde murió, ya que al marcharse su benefactor, desapareció de la misma forma que llegó, dejando tras él únicamente su nombre: Cobán.
Tiburcio:
Era de cuerpo fornido y cara grotesca, cubierta de espesa, tupida y desordenada barba, que denotaba que nunca supo lo que eran el agua y el jabón. En su boca había uno que otro diente. Como Cobán lo aventajaba en el desaliño de sus ropas, lo único que hacía cuando los cipotes lo seguían por las calles y le gritaban "¡Tiburcio!", Lanzaba unas carcajadas que parecían de loco, aunque no era violento ni agredió a nadie.
Tiburcio dormía a la intemperie en los corredores del comercio chino, sin más cobija que el cielo, la noche y el techo de los corredores. Perennemente cargaba un galón vacío de leche Klim, donde echaba en revoltijo todo lo que le regalaban en las cocinas del mercado o familiares. Sus largos dedos de uñas mugrosas daban cuenta de la mezcla mientras se carcajeaba. Nadie recuerda cuándo ni donde murió.
Spirit:
Hasta su muerte en los años finales de la década de los noventa llevó
una vida apacible, sin familia ni amigos, sin preocupaciones, porque
para él se cumplía
la
sentencia evangélica de: no es preocupéis por mañana, porque cada día
tiene su propio afán.
Esa fue la filosofía que le ayudó a "Spirit" (Wilmor Wilson)
a
vivir. Su origen
es también
un misterio. Aparte de mandados que le hacía a ciertos comerciantes
chinos, nunca supo lo que era un trabajo estable, aunque gente más
antigua asegura que Spirit alguna vez fue un hombre de mediana sociedad,
preparado, pero que al dedicarse a
leer el Black Book o Libro de Magia Negra quedó alienado. Desde
esas lecturas se pasaba el día recorriendo los corredores de las
tiendas, de punta a punta, con un trocito de periódico que recortaba y
guardaba con celo. Leía y releía algún párrafo o frase que le gustaba,
como "cada tema con su loco y cada loco con su tema", o "el que nunca ha
tenido y llega a tener, loco se ha de volver". Leía y releía al caminar
por los corredores, aunque a veces se sentaba para hacerlo, y si algún
chavalo por maldad le arrebataba su leyenda, furioso lo perseguía hasta
que se fatigaba. Mal parado habría quedado el atrevido si Spirit le
hubiera puesto las manos encima. Hubo veces en que la intervención de
otras personas rescató de sus manos a más de un chavalo. Nadie le
conoció más familia que una caritativa
señora que vendía vigorón y lo
cuidaba: Miss Richaina.
Chóferes que abrieron ruta a comunidades
Aparte de los camiones K-7 de trela con que las empresas Nollan y NIPCO acarreaban las trozas de pino, la flota vehicular pionera del transporte de los pequeños productores de comunidades rurales cercanas a Puerto Cabezas se reducía a dos camioneros. Uno era de Mister Rabbing, que con su camión Ford de plataforma cubría la ruta a Lamlaya varias veces al día, desde las cinco de la mañana. El otro era de Mister Hubbert Foster, que tenía un camión que él como mecánico fue armando, innovando y adaptándole piezas de las más diversas marcas. Su ruta era Sisin-Tuara-Boom-Sirpi. La gente lo esperaba a la orilla de la carretera. Por falta de vías de penetración desde las plantaciones cargaban a hombros sus productos. Carga y pasajeros eran trasladados a Puerto Cabezas hacia lo que fue el primer mercado: los corredores de las tiendas chinas.
Cuentan que una vez mandaron a Mister Rabbing a dejar una madera a otra comunidad que no era Lamlaya, su recorrido de rutina. Al llegar al empalme que lleva hacia esa comunidad, por más que forcejeó con el timón para seguir hacia Kambla éste no obedeció y siguió hacia Lamlaya, metiendo a Mister Rabbing en tremendo lío, del que nadie cuenta como salió.
Tiempo más tarde se inauguraría la ruta Puerto Cabezas-Waspam, siendo el primer transportista Jorge Salaverri, mecánico de aviación de cuando la TACA y La FAN S.A. tenían sus estaciones en el aeropuerto internacional. Poco tiempo después le siguió el chinito King Chow, pero por poco tiempo, quedando solo don Jorge Salaverri como amo del transporte de mercadería para el floreciente comercio de Waspam en tiempos de los Brautigham y de la empresa tunera y hielera Rigley, de Mister Kerr.
El convento, madre Lucrecia y Sor Teresita
El doctor Francisco Mongalo construyó junto a su residencia de dos plantas donde es El Pelícano, contiguo a la Gasa Cural Católica, un edificio que sirvió de convento para las primeras monjas de la orden Carmelitas a cuya cabeza estaba su hija Sor María Teresa. Esta fue una residencia temporal mientras terminaban la construcción del primer convento erigido con concreto, y que era de dos plantas, tenía una capilla, dormitorios para las novicias y un internado estudiantil.
Sor María Teresa se precipitó a tierra durante un recorrido de inspección a la planta de la obra que aún no había concluido. La monja se fracturó una pierna en dos partes. Fue internada en el hospital de su padre, el doctor Mongalo, y luego fue llevada a Granada para su convalecencia. Volvió sólo ocasionalmente cuando el Convento Carmelitas ya estaba funcionando a plenitud bajo la Rectoría de la Priora Superiora de la Orden, Madre Lucrecia, de origen mexicano.
El convento fue construido en tiempos del Vicario Apostólico de Bluefields, Monseñor Mateo Niedhammer, quién años más tarde fijó también su residencia frente al costado del convento. Esta residencia fue demolida para dar paso al complejo de la Escuela Maureen Courtney.
Dos cipreses flanqueaban el portal de entrada al convento, como parte de
un
amplio jardín que completaba la fachada frontal. Ahí las novicias hacían
tertulias
de oración. Al fondo estaban las plantas destinadas a dormitorios. Le
decían Orfanatorio y albergaba
a unos sesenta internos llegados desde comunidades en las que no
existían escuelas. Sus padres los mandaban a formarse
con las monjas Maryknoll en el
Colegio Niño Jesús, construido casi al mismo tiempo que el primer
Convento de Puerto Cabezas.
Los carritos Ford de la era del crank y llantas sólidas
Si era un acontecimiento ver sobre las calles del recién nacido Puerto Cabezas uno que otro vehículo, ver los dos carritos Ford de los primeros modelos de antes de la Segunda Guerra Mundial fue toda una novedad. Tenían una cabina separada de la plataforma y techada con lona cuadrada, guardafangos abultados, y combados, llantas sólidas de rines delgados y con rayos de bicicleta. Para encenderlos había que darles "crank".
Su dueño era el entonces Alcalde Municipal, el ganadero don Paco Jarquín, quien según se cuenta los compró de un extranjero no se sabe de qué nacionalidad. Estos dos Ford se encargaban de trasladar la mercadería del muelle hasta las bodegas del comercio chino, también llevaban la carne del rastro a los expendios de doña Mercedes Arauz — donde hoy está la Clínica Dental del doctor Ariel Trujillo, don Wilson Taylor, Carlos Hurtado y Mister Ratri, que estaban en el mercado Municipal.
Al morir don Paco Jarquín de un paro cardiaco que le ocurrió mientras estaba sentado sobre una letrina ubicada en el patio de su casa, los dos Ford los heredó su hijo Juan, quién siguió en los mismos menesteres hasta que compró otro camión de mayor capacidad y de modelo más avanzado. Los dos Ford fueron a parar a un garaje con la esperanza de que si la fábrica Ford se enteraba de la existencia de estos primeros modelos los adquiriría para conservarlos como reliquia de museo, y la familia Jarquín ganaría una excelente remuneración que incluiría un modelo del año más reciente.
Eso no pudo
ser porque los dos Ford, con la invasión gradual de otras marcas de
vehículos, fueron vendidos y terminaron uno desbaratado tras un
aparatoso vuelco, y el otro por falta de repuestos terminó sus días
tirado en el patio de la casa del dueño hasta que el tiempo y intemperie
lo redujeron a chatarra.
De cómo se perdió el modelo arquitectónico de la
Standard Fruit Company
El último incendio de gran magnitud, casi un cataclismo, tuvo lugar el 2
de
mayo de 1967. El primero había sido fechado imprecisamente en 1957. El
segundo consumió las residencias y comercios de madera del centro de la
ciudad, y provocó el advenimiento de las modernas construcciones de concreto
y bloques de cemento con que los dueños reconstruyeron sus devastados
edificios.
Esa modernidad que anunciaba la era de nuevos y modernos estilos de construcción, gradualmente fue cambiando el paisaje urbano de la ciudad de Puerto Cabezas. Echó a perder el modelo de urbanización que impuso la Standard Fruit Company en el sector llamado "la Zona Americana", que empezaba donde hoy está ENITEL y corría hacia la parte sur, abarcando las tres grandes avenidas que convergen a la entrada de El Muelle, el único barrio que existía entonces.
Los tres diferentes modelos de las edificaciones de la Zona Americana de la Standard y la Bragman Bluff Lumber Co. se erigían a ambos lados de las tres grandes avenidas. Eran totalmente de madera, ventanas de vidrio, corredores cerrados con cedazo que protegía de los insectos. Estaban dotadas de cañería para agua. Una cerca delimitaba sus linderos y más allá había andenes de tierra para el paso peatonal. Gozaban de alumbrado eléctrico domiciliar sin costo para los inquilinos, que eran empleados menores y de mayor rango de las compañías.
Al marcharse la Standard Fruit Co. todo pasó a manos del Infonac y posteriormente el Banco de la Vivienda de Nicaragua (BAVINIC). Las viviendas fueron vendidas a precios de subasta o donadas, y entonces vinieron las demoliciones para construir con cemento por temor a otro incendio como el de 1967. Los nuevos dueños, rompiendo las reglas de urbanización, se tomaron las aceras y colocaron sus cercas a la orilla de las calles. El ejemplo lo siguieron los habitantes del sector norte de Puerto Cabezas conocido como Bill Way y llegaron el caos y el desorden, y Puerto Cabezas creció, prosperó, pero se desurbanizó irremediablemente.
Casa
Parroquial San Pedro obra de capuchinos españoles
Cuando la Santa Sede Romana estableció el Vicariato de Bluefields el 2
de
diciembre de 1913, nombró como Primer Vicario al obispo catalán de la
Orden Capuchina San Francisco de Asís,
Agustín Barnaus y Serra,
quien en hasta el 24 de
febrero de 1931 fue
sustituido por el obispo
Matías Sola y Farrel, quien falleció
en febrero de 1942. Sus restos
descansan en Bluefields.
Entonces el sacerdote capuchino, norteamericano Mateo Niedhammer, nacido en 1901 en Nueva York, fue consagrado Obispo del Vicariato en Bluefields, en la Catedral de Saint Patrick, asumiendo el Vicariato en septiembre de 1943. Para entonces el Párroco de la parroquia de San Pedro, en Puerto Cabezas, el español Berardo, a quién el nuevo Vicario sustituyó con el primer sacerdote norteamericano: Francis Busalt.
Para entonces los capuchinos catalanes habían construido la Casa Cural o parroquial que servía de residencia y oficina. Aún se conserva intacta después de cinco décadas. Al mismo tiempo se erigió el primer templo católico, anexado por un patio y un corredor a la Casa Cural, que fuera demolida al ser finalizada la nueva iglesia de cemento, que construida por el Hermano Franciscano Isidro, durante el parroquiado del Padre Florian Ruskamp.
Al padre Busalt dejó su lugar el padre Román Ament en 1943, siendo a la vez relevado sucesivamente por los capuchinos Casimiro Walsh, Feliciano Nelesen, y Wilfredo Bieberstein, entre otros, hasta la llegada de Florian Ruskamp, y Camilo Doerfler. Eran los tiempos cuando toda la liturgia católica se celebraba en latín. Antes del Concilio Ecuménico Vaticano Segundo todavía se decía: Pater Noster, e In lllo Tempore (Padre Nuestro y En Aquel Tiempo). Anualmente tenían el retiro espiritual, en el que se congregaban sacerdotes que concelebraban la misa en latín en la vieja iglesia: Gregory Francis Smutko, Niles Kaufman, August Seubert Germain Langwell, y Salvador Schalaefer entre otros.
Los biombos
Una secretaria y un divulgador de una oficina estatal en Puerto Cabezas se rieron con ganas y espontáneamente cuando les mostraron un poster gigante de publicidad de una película. Les dijeron que si hubiera sido en los viejos tiempos, como decir en 1940, el poster se habría podido usar para forrar por fuera y por dentro el "biombo" que separaba la sala del dormitorio de su casa. Dicho "biombo" les daría privacidad. Para evitar la promiscuidad en esos tiempos, en la mayoría de los hogares -- casi todos humildes, de jornaleros y domésticas o lavadoras de ropa ajena — se conseguían ripios o desperdicios de madera del Greenchain de la NIPCO con los que se hacía un marco que dividía la sala y los dormitorios. El marco se forraba con una tela que se fijaba con tachuelas. También se pegaban cartones y el envoltorio de los sacos de cemento, que se adherían con almidón. Para que aquel "biombo" luciera más elegante se lo forraba con recortes de fotografías de las revistas Cartel, Bohemia, Familia... El "biombo" quedaba así repleto de paisajes y fotos de abigarrados colores, incluyendo recortes de los calendarios.
Los "biombos" tenían distintas y llamativas formas, según la creatividad, ingenio y necesidad de la gente pobre que, además de satisfacer una necesidad, adornaba su sala mientras guardaba la intimidad de su dormitorio. Apenas los ricos podían comprar madera plywood para hacer este tipo de divisiones.
El uso de los "biombos" fue desapareciendo gradualmente hasta su extinción total, pero marcaron una época y una fase de la cultura e idiosincrasia de los primeros pobladores de Puerto Cabezas. La madera cepillada machihembrada y el plywood más otro escenario económico y cultural desplazaron a los "biombos".
Personajes para recordar
Tartamudeaba pero
sereneateada a su novia
En realidad era un fenómeno fenomenal Osear Munguía, hijo de un pequeño comerciante que arribó a Puerto Cabezas del lado de Matagalpa por la pica porque no había trocha ni carretera para conectar con el Atlántico. No era tartamudo, sino requete-tartamudo. Encolochaba tanto la lengua tratando de pronunciar de corrido una palabra que sólo conseguía escupir sonidos lentos y saliva. Pero tenía un don que nadie se explica de dónde le vino. Era novio con una vecina también hija de comerciantes medianos venidos de León, y como no era feo el carajo, lo aceptaban con planes de casamiento. Por eso, además de las visitas de siete a nueve de la noche vigiladas en la sala por la cuñada o la suegra, tenía el privilegio de llevarle serenata los sábados o domingos, acompañado por un guitarrista, un requinto y un acompañante. En ese momento, comentaba un cuñado, a Osear Munguía se le olvidaba su tartamudez y cantaba como un digno émulo de Carlos Gardel o Lucho Gatica.
El pan de la paloma del Chele Green
Se sabe que vino de Siuna, pero solía contar que antes había estado un montón de tiempo trabajando en compañías petroleras en Yucatán y Tampico, México. Se supone que un tío suyo, Juan J. Gómez, alias Mister Chap o Chapulín, lo trajo. El Chele Green era barbero, sastre, albañil, y fabricante de vino de marañón. Su nombre de pila era Guillermo Gutiérrez Gómez, y mientras daba lustre a los zapatos en el corredor de la barbería de Edmundo Santana, era hábil inventando chistes o chiles "coloraditos", como solía decir.
Un buen día
dejó el banquillo y la caja de lustrar y agarró una carreta con
llantas infladas con aire comprimido,
y con un baúl tipo bucanero del Caribe, forrado e
impermeabilizado con lona salió a vender pan, primero de don
Manolo Gómez y después de mister
William Randolfph Green. La gente aún recuerda su pregón
matutino, que lo convirtió en una de las figuras más
típicas de la ciudad: "¡Aquí van el
pan de hule del viejo Manolo y la galleta
simple!" "¡Aquí va el pan del
Chele Green, amasado con sudor de sobaco!". En un rato terminaba el
cajón de pan de Mister Green.
Las dos únicas alcaldesas
Nadie se hubiera imaginado a una mujer en la vida pública cuando era un mito que a la mujer se le concediera un lugar en los quehaceres de la vida que trascendiera las labores domésticas: cuido del marido y los hijos, el lavado de la ropa de cuando se usaban el almidón y el azulillo y se planchaba con carbón fogonero y planchas de hierro.
Pero ahí está el ejemplo de las dos primeras y hasta ahora únicas mujeres porteñas que han logrado ser Alcalde de Puerto Cabezas, un hecho sin precedentes que le tocó protagonizar a las señoras Narcisa Mena de Blanco y Amada Morazan viuda de Zelaya, esposa del empresario de cines don Abelardo una, y la otra cónyuge del cabo Zelaya.
Eran los tiempos cuando los alcaldes no eran elegidos por el voto popular sino por el partido de turno en el poder. Cuando a doña Narcisa le tocó sustituir a don Alberto García, el alcalde vitalicio que a su vez había reemplazado a don Paco Jarquín, encabezó la lista de Munícipes por los partidos de la oligarquía: el Liberal (tres votos) y el Conservador (dos votos. Doña Narcisa fue una mujer emprendedora, como su sucesora Amada Morazan, con sus Munícipes Pedro Jiménez, Manolo Prado y Enrique Ubieta, con los que construyó el Matadero Municipal, amplió los mesones del mercado y la red de agua potable, y mandó derrumbar el puente San Pedro.
Doña Amada Morazan desarmó el vetusto edificio de madera de la Alcaldía, que tenía cuatro corredores en su contorno, y construyó el edificio de concreto. El diseño y construcción fueron realizados por el maestro de obras Enrique Ubieta. Este edificio fue remodelado a partir del año 2002. Durante su administración se construyó la primera glorieta en el parque, dedicó ingentes recursos al mantenimiento de las calles y construcción de puentes y alcantarillas, y oficializó el alumbrado público, entonces en manos de Enaluf, fundó la Escuela Nocturna Municipal donde hoy es el Fisco, y la Escuela de Corte y Confección.
Fueron las dos únicas y primeras mujeres alcaldes municipales, cuando la mujer talvez era discriminada y marginada de las grandes tareas y hasta se hacía difícil determinar como llamarlas: alcaldesas.
El primer observatorio meteorológico
El primer meteorólogo de Puerto Cabezas, José Rossman, recuerda que cuando ni siquiera sospechaba que estudiaría esa carrera en Brasil, ya existía en Puerto Cabezas un observatorio meteorológico establecido por el gobierno norteamericano a través del Centro Nacional de Huracanes de la Florida. Uno de los primeros observadores que se recuerda, relata Rossman, era un ciudadano de Roatán, Honduras, Amoldo Clark, quien adiestró a su asistente don Alfondo Aguilar, quien se hizo cargo de la estación. Aguilar combinaba la labor de observador con su trabajo de administrador del Club Americano en tiempos de la Standard Fruit Company, que estaba a corta distancia del observatorio y de Las Graditas, que descendían hasta la playa.
Don Alfondo a su vez fue adiestrando a sus hijos Adán y Floyd Aguilar, quienes a su debido tiempo lo reemplazaron. En esos tiempos, refiere José Rossman, cada hora se lanzaban globos (chimbombas grandes infladas con helio) desde una torreta de observación situada sobre el techo del edificio de concreto. Sus movimientos eran seguidos con un telescopio especial llamado aerología. A cada minuto hasta que el globo se perdía de vista se anotaba la velocidad y dirección del viento, y la densidad y altura de las diferentes capas del aire. Estos datos se remitían al Centro Nacional de Huracanes cifrados en números, y utilizaban para elaborar los pronósticos del tiempo para la navegación aérea.
Ese método dejó de utilizarse. Ahora se recurre a un globo que porta un aparato ultra moderno que recoje los datos de temperatura de la atmósfera, humedad, velocidad y dirección del viento.
Completaban los equipos de aquel observatorio meteorológico aparatos
como
el anemómetro, que sirve para
medir la presión atmosférica, auxiliado del anemosismógrafo, que
registra los datos en una pantalla gráfica, el
termógrafo
que mide la cantidad de lluvia caída, y define si la precipitación había
sido una llovizna o chubasco y cuánto tiempo había durado la
precipitación.
Más tarde el observatorio pasó a ser administrado por el Ministerio de Defensa y luego por INETER, ahora cerca del Aeropuerto Local, quedando vacío el edificio del primer centro meteorológico de Puerto Cabezas.
Como en aquellos tiempos los datos de esta estación son remitidos a un centro nacional donde los expertos elaboran un pronóstico del tiempo vigente por 24 horas. Este producto es muy útil para la navegación aérea y acuática, y para la siembra y cosecha.
La evolución dé la educación pública y privada
La educación pública y privada empezó a evolucionar en la década de años cincuenta del siglo XX, con docentes empíricos, religiosos y laicos, como Graciela Céspedes, Mercedes Castrillo, su hermana Yolanda, Adelaida Sandino y Dora Bravo, entre otras. La enseñanza estatal se inició en una casa particular alquilada por la familia Jarquín Arguello. Luego de ser demolida se construyó lo que hoy es Hotel Escorpio. Ahí se impartieron clases desde el nivel de preescolar y primer grado bajo la dirección del profesor Carlos Zepeda. El aprendizaje de la lectura era con los libros "Silabario Catón", y "El Libro Mantilla", de los que primero se deletreaba y después se leía de corrido. Cuando en el año de 1953 J. O. Dyal, un maderero norteamericano, construyó la primera escuela pública de seis aulas para estudiar una primaria completa, el estado contrató nuevos maestros, bachilleres y empíricos, y a los primeros educadores egresados de la Escuela Normal Franklyn D. Roosevelt, de Managua y luego de Jinotepe. Entre estos a Carlos y Ernesto Rodríguez. El edificio de aquella primera escuela era de madera. Las aulas estaban comunicadas por un amplio corredor
El Colegio Cristiano Católico fue fundado por el Obispo Mateo Niedhammer, Vicario de la Diócesis de Bluefields, con el nombre de Colegio Niño Jesús (C. N. J.). Funcionaba en un galerón de madera rústica que servia de taller para Monseñor Mateo. No contaba al inicio con mobiliario, y las lecciones y tareas en clase se copiaban de un pizarrón a un pizarrín. Los trazos se podían borrar con la mano.
Para 1950 el Vicario Mateo mandó a traer a las Monjas de la orden de
Santa
Inés de la
Congregación de Fond-Du-Lac, Wisconsin, Estados Unidos, las
que inmediatamente comenzaron la
construcción de un edificio de concreto para albergar el Colegio
Niño Jesús, sobre el que había otro de madera. En la planta baja había
siete compartimientos divididas en dos secciones, que
albergaban la educación primaria
desde el nivel de Infantil. En la planta alta había un amplio
salón para actos, fiestas y la realización de las veladas que
preparaban las Madres de Santa Inés.
La población de apenas cuarenta alumnos
fue creciendo paulatinamente hasta llegar a matricular más de doscientos
alumnos. La creciente población escolar de este colegio permitió
organizar la primera banda escolar, compuesta por 24 miembros e
instrumentos diversos. Frente al
edificio las monjas acondicionaron varias manzanas de terreno frente,
era el campo deportivo que se aprovechaba en las fiestas de septiembre
y para las carreras de cintas durante las fiestas patronales de San
Pedro.
Pasa el tiempo, la gente cambia
Los
hermanos Pinner Salmintan y Jimmy — no son gemelos pero tienen
idéntica pasión por sus trabajos, y
piensan generalmente en sus apreciaciones
de la vida. Tienen casi la misma
edad: Salmintan, 76 años, y Jimmy, 74 años.
Soldadores y torneros ambos, han
heredado su oficio a sus hijos varones. Por eso se han "medio
retirado" y solo de vez en cuando, dice Jimmy, mete la mano para no
aburrirse.
Rememora Jimmy Pinner que cuando tenía 14 años de edad ya usaba pantalones. La costumbre era que los menores de edad lucieran pantalones cortos. Por esos años entró como aprendiz de tornero en los talleres de la Standard Fruit Company. Servía como ayudante de Mister Connolly, un maestro norteamericano del que aprendió mucho hasta convertirse en tornero y soldador completo. Jimmy considera que aquellos maestros no eran envidiosos ni egoístas y le enseñaron cuanto sabían. Los tiempos no pasan en balde, dice Jimmy. Ahora tiene sesenta años en el oficio y varias generaciones de ayudantes que pasaron por sus manos, incluyendo a seis de sus hijos, que tienen sus talleres propios y siguen la tradición de enseñar a otros.
Aquellos tiempos eran buenos, recuerda Pinner. Había más tranquilidad, la juventud casi nunca podía irse a Managua para seguir estudiando. Algunos llegaban a tercero, a cuarto grado, y cuando no pues se conformaban con leer aunque fuera cancaneando y a escribir garabateando, a sumar, restar, dividir y multiplicar, suficiente para un soldador y un tornero. Eso sí, subraya Pinner, desde cipotes aprendían a hacer todos los oficios de la casa. Ayudaban a sus padres. La costumbre de aquellos tiempos era entregar a los padres íntegramente lo que te ganabas, y ellos se ayudaban para la comida.
No recuerdan los hermanos Pinner que entonces se irrespetara a los mayores. Si se los encontraban en la calle le hacían un saludo reverencial juntando las manos (santito) acompañado de unos veneradores "buenos días". Si la mamá te sorprendía ignorando esta costumbre con las visitas de la casa, de seguro que después te daban una apaleada con una faja y te mandaban al cuarto para que te arrodillaras.
Las muchachas no salían embarazadas hasta que se casaban o se metían con su pareja, cuando ya se trabajaba y ganaba para el agua de los bananos y el gallo pinto, y habías construido una casita, comprado la cama de lona y las patas de gallina para el comedor y la sala. En esos tiempos no se podía soñar con camas de colchón o muebles enjuncados. No había domingo en el que alguien se quedara sin ir a los servicios en tu iglesia. De lo que te daban tus padres para merendar, ¡Dios te guarde, exclama Jimmy: que no dejaras para el diezmo!
Las casas, la gente y los tiempos han ido cambiando. Jimmy acepta,
resignado, que no es lo mismo antes que ahora. Muchas costumbres y
valores se han
ido perdiendo, aunque eso no quiere decir que la gente sea mala, lo que
pasa es que se van modernizando, y hasta uno que ya es viejo se ha
adaptado a la
cocina de gas, al televisor, al refrigerador, a los vasos de vidrios y
platos de
cristal, a la luz eléctrica en lugar de lámpara tubular, la de quinqué,
el candil o la candela. La única que permanece intacta, dice ufano, es
la devoción cristiana
y la profesión de fe en Dios.
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